Pesadilla…

Corría y no sabía de qué o de quién, solo corría.
Sentía el miedo en su piel incluso debajo de ella, en sus entrañas. El corazón le latía tan fuerte, que notaba el pálpito clavado en su sien…tanto que le hacía daño.
Era presa del pánico… estaba como histérica no quería que la alcanzara…
Seguía corriendo, no podía ver lo que tenía delante, solo la oscuridad más profunda, pero de repente comenzó a notar como las ramas de los árboles chocaban contra su cara, sus manos, su cuerpo, por lo que intuía que se estaba adentrando en un bosque. Con tantos obstáculos, tuvo que disminuir la velocidad y el ritmo, a la par que su miedo aumentaba.
Miró a el cielo buscando la luna, buscando algo de luz entre tanta oscuridad, pero no la encontró, esa noche no tenía luna.
Empezó a sentir frío y comenzó a tiritar, no sabía muy bien si era por el frío o por el propio miedo, pero los dientes cada vez le castañeaban más y más fuertes, hasta que hubo un momento que ya no podía ni caminar debido a los temblores que tenía por todo el cuerpo.
Cada vez notaba el peligro más cercano, pero su cuerpo ya no le reaccionaba, quería seguir andando pero sus piernas no le obedecían, cayó al suelo y en él, intentó arrastrarse con sus manos, pero estaban petrificadas, era como si se hubiera convertido en una estatua.
Cogió aire y con él, se hinchó los pulmones para gritar, pero no pudo…
Por más que movía y movía la boca, intentando gritar o hablar apenas le salía voz como para hacer un susurro, la desesperación fue tal, que tirada en mitad de un bosque, se echó a llorar sin emitir sonido alguno, se le inundaron los ojos de lágrimas que le comenzaron a caer por las mejillas.
El silencio era tal, que le taladraba los oídos, creía que se iba a volver loca, y en ese momento un sentimiento de resignación la envolvió. Le daba ya igual todo, sabía que la alcanzaría, se lo había puesto demasiado fácil, así nunca podría escapar.
Pero de repente algo cambió, el frío fue desapareciendo poca a poco de su cuerpo y con él los tiritones. Y comenzó a sentir calor, notaba como lentamente sus articulaciones le iban respondiendo, como fluía de nuevo la sangre por sus venas, la misma que antes se agolpaba en su cabeza. Se levantó a tientas y de nuevo reanudó su marcha.
Sentía su presencia más y más cerca y a sabiendas de que iba a cometer un gran error, se giró para mirar hacia atrás.
En la oscuridad se empezaron a dibujar corpóreas sombras, una especie de negras masas deformes en incesante y amenazador movimiento, que lentamente iban cobrando vida. Unos ojos que se abrieron repentinamente en ellas fijaron en Paula su mirada cruel y malévola. El terror campaba a sus anchas por cada milímetro de su cuerpo y en su cerebro se clavó una risa sarcástica, hiriente, vomitada por los finos labios que apuñalan esos rostros cambiantes.
Sus silenciosos gritos la rasgaron por dentro, hiriéndola sin ni siquiera tocarla.
Pero intentó no parar y seguir corriendo.
El calor había pasado a un ardor que la asfixiaba, sentía fuego en su interior.
Y de repente cayó, pero en esa caída no parecía alcanzar el suelo. Era como si hubiera caído desde un precipicio, donde se perdería en la inmensidad de la nada. Arriba del mismo veía aquello de lo que tanto había huido. Caía y seguía cayendo…
Sobresaltada dio un respingo en su cama, se levantó bañada en sudor, un sudor frío que hacía contraste con su cuerpo que estaba ardiendo en fiebre.
Las décimas a las que antes no había dado importancia, creyendo que eran causa del cansancio, resultaron ser más que eso…

Él…

Cuando los abrió, una amplia sonrisa iluminó su cara, era la primera vez que la veía así, tal cual, y le pareció la sonrisa más bonita del mundo. Levantó su mirada y lo encontró a él, quien sino él…
Llevaba 2 días soñando con ese momento, y se sintió tan agradecida de volver a verle, que creía que no se podía ser más feliz. Estaba segura de que no había ser más afortunado en toda la faz de la tierra.
Sin duda se estaba volviendo loca, pero estaba convencida de que la noche en vela anterior, había merecido la pena.
Ahí estaba mirándole, con todos esos pensamientos agolpándose en su cabeza, y con el corazón latiéndole tan deprisa que estaba segura que de seguir así, pronto iba a parar de golpe, ya que no aguantaría mucho más ese ritmo.
Examinó su rostro en busca de algo que la molestara, algo que no le gustase de él, pero no halló nada.
Se dio cuenta de que así, mirándole, podía pasar horas y horas…
De repente, algo la hizo despertar de su ensimismamiento y se giró a su alrededor, pero no había absolutamente nada, excepto él.
Miró hacia su mano, y se dio cuenta de lo que la había hecho reaccionar, ¡Le había agarrado la mano! Notó como sus piernas temblaban de la emoción, como miles de mariposas volaban por su estomago, esas de las que tanto había oído hablar, y de las que nunca había creído ni media palabra.
Todo comenzó a verse borroso, él le soltó suavemente la mano y su figura comenzó a disolverse…
Quería estar más tiempo con él, le buscó entre la niebla, una niebla densa que había aparecido de la nada, pero no le encontró.
La desesperación más profunda se apoderó de su cuerpo, ¡No, por favor, no te vayas! Decía una y otra vez… ¡Aún no!... ¡Ni siquiera sé cómo te llamas! pero ya no estaba…

Cansancio…

El día transcurrió parecido al anterior, vagaba como un fantasma sin rumbo fijo por toda la oficina sin saber muy bien qué hacer, sólo que esta vez, no era por estar distraída, sino porque estaba tan cansada que tenía que hacer un esfuerzo enorme por no caerse rendida al suelo en cualquier momento. Tenía mala cara, pese a que ella nunca fue morena de piel, el tono blanco nuclear que cubría uniformemente su rostro, acompañado de los dos profundos surcos violetas que habían aparecido debajo de sus ojos, delataban la noche en vela que había pasado. Tuvo que tomarse 2 cafés para dejar de dar cabezadas frente al ordenador y despejarse, y en principió funcionó, ya que los dos cafés cayeron como una bomba de energía en su estómago vacío. Pero luego empezó el efecto rebote, y la energía de la cafeína se transformó en puro agotamiento, encontrándose peor que cuando aún no se había tomado los cafés.
El camino a casa se le hizo muy largo, era una tarde de invierno en la que soplaba una leve brisa helada, que hacía cortar la respiración y que calaba hasta los huesos. Para ella esa brisa era como un gran huracán que azotaba contra su cuerpo, cuerpo que sentía más débil que nunca.
Una vez en casa, se notó destemplada pero no le dio importancia a esas décimas debido a que estaba segura de que eran causa del gran cansancio que sentía.
Se quitó la ropa, y se dispuso a ducharse, una vez dentro de la bañera, cerró los ojos y mientras, sentía como le resbalaban las gotas desde la cabeza recorriendo todo su cuerpo. La sensación de relajación que eso le produjo, provocó que casi se quedara dormida, pero sacó fuerzas de donde no tenía y terminó de ducharse, secarse el pelo y ponerse el pijama.
Por fin el momento que tantas veces había deseado a lo largo del día, notó la calidez y suavidad de sus sábanas de franela, se sintió a gusto y en paz… y cerró los ojos.

Insomnio…

El día fue pasando con normalidad, de no ser por los momentos en los que su mente se iba y se adentraba en los recuerdos del sueño. Cuando se sorprendía en ellos, volvía a la realidad algo avergonzada y agradecida de que nadie pudiera meterse en su cabeza para leerle los pensamientos.
Era solo un sueño, sí pero estaba deseando que llegara la noche para volver a soñar. Se estaba volviendo en una especie de obsesión, quería averiguar quién era y qué hacía allí, quería saber más cosas de él, quería conocer el sonido de su voz, su personalidad, ya que nunca se había enamorado solo de una cara bonita, pero algo le decía que era más que eso, que era todo lo que ella siempre buscó, pero que nunca encontró… aunque bueno solo era un sueño.
No se comprendía, no sabía porque le daba tantas vueltas, porque le había dado tanta importancia a algo que no tenía por qué tenerla.
El trabajo se le amontonaba encima de la mesa, pero no tenía la cabeza para ello, más de dos veces tuvieron que repetirle sus compañeros las cosas, porque no se había enterado ni siquiera de que le hablaban, hasta María, la dueña de la cafetería le preguntó que si le pasaba algo, que la notaba como ausente.
Tras un largo día, por fin en casa…
Cenó menos de lo que solía cenar y más rápido de lo que acostumbraba, no se detuvo ni a mirar la televisión… se lavó los dientes y a la cama.
Oyó como el reloj, de su vecina daba las 12. Ya llevaba una hora acostada y el sueño todavía no había venido a por ella. Apretó los párpados con fuerza e intentó no pensar en nada, pero miles de pensamientos la asaltaban, sobre todo, la imagen nítida que tenía guardada en su cabeza de él.
Recordaba su mirada, esos ojos que tanto la inquietaron y que hicieron desatar todas esas emociones dentro de ella, su nariz, su boca…
Vueltas y más vueltas en una cama que se le hacía tan grande… Sería que no encontraba la postura, pero en realidad ya no sabía ni cómo ponerse. Con forme pasaban las horas en la madrugada, Paula empezaba a estar realmente desesperada y eso en lugar de calmarla la alteraba mucho más, pero es que no sentía ni chispa de sueño. Y esa situación la ponía nerviosa, porque parecía que cuantas más ganas tenía de soñar, más trabajo le costaba quedarse dormida. Hubo un momento en que ya no hacía fuerza por mantener los ojos cerrados, sino que los mantenía bien abiertos. Estaba aburrida e inquieta, ella era muy activa y no soportaba estar tanto tiempo tumbada sin hacer nada, además sabía que a la mañana siguiente tenía un día duro por delante, y, si no se dormía estaría demasiado cansada y no rendiría bien. Estuvo jugando con su despertador mentalmente, se prometía así misma que no abriría los ojos, hasta que no hubiesen pasado 10 minutos, pero el tiempo se le pasaba tan lentamente que al abrirlos apenas habían transcurrido 4 minutos. Eran las 4 de la madrugada cuando decidió levantarse, se calentó un vaso de leche y se lo tomó junto con unas cuantas galletas. Después se colocó frente al ordenador a terminar algo de trabajo atrasado, pero lo dejó al darse cuenta de que ponía cosas sin sentido alguno. Encendió la tele un rato y tras comprobar que no había nada en ninguno de los canales decidió volverse a acostar, al menos descansaría más.
Odiaba el insomnio, nunca le había gustado tardar mucho en dormirse, prefería caer rendida en la cama. Aunque es cierto que había temporadas en las que le costaba mucho dormirse, pero esas temporadas solían coincidir con el verano.
Cuando volvió abrir los ojos, ya era la hora de levantarse, no sabía si se había quedado dormida finalmente, pero lo que sí sabía, era que no había soñado o al menos no recordaba el sueño.
Cuando se levantó era como si tuviera una piedra pegada a la espalda, a modo de todo el cansancio que sentía, pero lo peor, era que no le gustaba la idea de tener que esperar un día más para verle, y sobre todo lo que la aterraba era no volver a soñar con él…

En un sueño…

De nuevo ahí, en la misma calle, con las aceras cubiertas de hojas que caían de los árboles. De nuevo…frente a la pastelería… Sólo que ahora cambiaba algo, la anterior vez se había sentido fuera de lugar, como si estuviera viendo una película y sólo pudiese ver como sucedían los hechos, sin poder interrumpirlos ni participar, sin embargo, esta vez ella resultó ser la protagonista de esa película. Todo el mundo la saludaba y le deseaba los buenos días, todos se mostraban radiantes de felicidad a su paso y absolutamente todos parecían quererla.
Ella por el contrario, no reconocía a nadie y no le gustaba ser el centro de atención, siempre pensó que para algunas cosas lo mejor era pasar desapercibido. Decidió cruzar a la otra acera que se veía más tranquila y sin tanta multitud. Atravesó la calle por medio de la carretera ya que no pasaba ningún coche y además no encontró el paso de cebra. Levantó la mirada y le vio, esta vez sin impedimento alguno, ya que era un día nublado y el sol no estaba allí para poder hacer de las suyas… No había fallado, era un hombre y no cabía ninguna duda que era el mismo que la última vez.
Le seguía clavando sus ojos, unos ojos verdes oscuros con tanta profundidad, que podías perderte en ellos y que no se perturbaron ni cuando Paula le devolvió la mirada. Sentía que no transcurría el tiempo, que todo se paró en ese instante, solo oía el ruido incesante de su corazón que de continuar así estaba segura de que se le saldría del pecho.
Él era alto, delgado, pelo castaño oscuro, boca pequeña, que insinuaba una sonrisa pilla que no terminó de salir, parecía como sacado de un sueño…
De repente, se empezó a percatar de que poco a poco iba volviendo a la realidad y el sueño comenzó a volverse cada vez más endeble, apretó los ojos con fuerza, no quería despertar, no ahora no, por favor…Todo se volvió oscuro y recuperó toda la lucidez, pero aún así seguía con los ojos cerrados y continuó con ellos cerrados como media hora más, luchando para volverse a dormir y sobre todo para soñar, para continuar con el sueño, para poder verle…
Al comprender que ya no volvería a dormirse abrió los ojos y se giró para ver el despertador, le quedaba una hora antes de que sonase, pero ya, no se volvió a dormir…
Estaba claro, pensó:
<<Él… solo podría existir en un sueño, pero sobretodo… él solo podría fijarse en mí en un sueño…>>

Frío..

Cuando volvió a pasar por la calle, esta vez en la realidad, un escalofrío le recorrió la espalda y una sensación de haber vivido antes esa situación la embargaba por completo. De repente, se paró en seco al divisar una pastelería…fue entonces cuando empezó a recordar vagamente el sueño… ahí estaba la pastelería que tanto la había asombrado encontrar. Se acordó de la persona que la miraba fijamente, por la estructura del cuerpo intuía que era un hombre, sin embargo no llegó a verle la cara, por el dichoso sol, que la deslumbraba. Se puso a mirar al sitio donde ella lo recordaba, pero ahí no había nadie. Se asombró al verse inmersa en el sueño y pensó “menuda tonta estoy hecha”.
Paula era una mujer joven de 23 años, siempre había sido valiente, madura, independiente y muy involucrada en su trabajo, tardona por naturaleza y pese a tener los pies bastante plantados en la tierra tenía una parte de soñadora y de romántica. Vivía sola en un piso de alquiler del centro. Pequeño y soleado, pero ¿para qué quería más?
El día transcurrió con normalidad, volvió a llegar tarde a la oficina, comió una hamburguesa en el bar de la esquina, trabajó hasta las tantas y por fin llegó a su casa.
Cansada de todo y de todos se dispuso a acostarse… y cayó tan rendida en la cama que, segundos después, se encontraba profundamente dormida.
Esta vez sí tenía frío, mucho frío, tanto que sentía como le traspasaba hasta los huesos… mirara donde mirase no veía nada… no veía a nadie.
Pensó que era mejor no parar quieta si no, moriría helada. Empezó a buscar por todos lados no sabía lo que buscaba, ni a quién buscaba, pero era imposible dejar de buscar… esta vez no estaba cómoda… se sentía desesperada, triste… nunca le había gustado el frío, ni el invierno. Empezó a nevar, la nieve se acumulaba a su paso, cada vez parecía caer con más intensidad hasta que hubo un momento, en plena ventisca, que cesó de nevar por completo.
Se despertó tiritando y vio la ventana de su habitación abierta de par en par. Dichoso cierre… cada vez iba peor…
Eran las tres de la mañana y no tardó nada en volverse a quedar dormida.

Bienestar..

Sintió como su alma se despegaba poco a poco de su cuerpo, como se hacía cada vez más ligera y como la oscuridad la embargaba. Todo estaba en silencio. Ella se sentía cómoda, en paz, pero de repente, empezaron a brotar formas difusas de la nada y miles de colores centelleantes la envolvieron. Era un efecto óptico impresionante, ver como salían chorros de colorines de un fondo negro… se llenó el pecho de aire… un aire inexistente que le dio la sensación de bienestar que le había hecho falta durante mucho tiempo. Su alma vagaba en paz, pero no libre, había algo que aún le unía a su cuerpo… pero no le importaba…
Las formas comenzaron a volverse cada vez más nítidas y todo aquello que antes era un lugar como de fantasía, incluso se atrevería a decir, que mágico empezó a volverse común. Los colores brillantes se fueron apagando y poco a poco pudo reconocer la calle por la que pasaba todos los días para ir a trabajar solo, que esta vez era distinto, se sentía fuera de lugar… nadie parecía percatarse de que ella estaba ahí… todos seguían con su curso como si nada. Por lo que veía era una mañana fría de otoño, pero ella no sentía frio.
Se paró detenidamente en cada detalle de la calle, en cada tienda, en cada portal ¡anda!... pero si habían abierto una pastelería… últimamente cada vez que pasaba por esa calle era corriendo porque llegaba tarde o sumisa en sus propios pensamientos.
De repente vio como alguien le fijaba la mirada pero ella no podía verle pues tenía todo el sol en la cara. Entrecerró los ojos para poder verle, a la vez que se acercaba, pero el sol cada vez le deslumbraba más… empezó a oír un ruido incesante… que a ella le pareció familiar a la par que insoportable…pipipi pipipi… Abrió los ojos y los volvió a cerrar ya que el sol entraba por su habitación y se ponía justo a la altura de su cara… entonces descubrió de donde procedía el maldito ruido… ¡mierda! se había vuelto a quedar dormida…